INSTITUCIÓN EDUCATIVA LICEO TRUJILLO
PROMOVIENDO EL USO DE LOS CABALLITOS DE TOTORA
CURSO : COMUNICACIÓN
PROFESOR : AIDE PEDRO BOCANEGRA
GRADO : 4
SECCIÓN : E
AUTORES : JOSEPH CHANCAFE PIZÁN
JOHANN CALDERÓN PORTOCARRERO
JUAN MANUEL HERRERA RUIZ
CARLOS BARRIOS CABREJOS
WILLIAM VEGA HUAMÁN
FECHA: 28 DE OCTUBRE
2010
INTRODUCCIÓN
Incrustadas en la arena reposan enhiestas embarcaciones de totora. Por centurias este fue el símbolo, la demostración, la evidencia palpable del respeto de la población de la costa peruana por los sutiles hilos que tejen el equilibrio ecológico. Bordeando la playa, a lo lejos una línea verde casi imperceptible. De allí se sigue extrayendo el material utilizado durante tres a cinco milenios[1 ]para la elaboración de las rústicas naves. Son los totorales, los humedales, los balsares. En la antigua lengua de la zona se les llama "wachakes", palabra que puede traducirse como "ojo de agua" y que dicen da su nombre a este mágico lugar: Huanchaco, uno de los últimos reductos del caballito de totora.
El elemento representativo de ésta antigua tradición es el uso del caballito de totora, herencia fundamental de las culturas Mochica y Chimú que se ha mantenido a lo largo del tiempo y constituye un símbolo representativo de su identidad, con un insondable valor histórico.
Tup es el nombre nativo antiguo del caballito de totora. Los pescadores adultos surcaban olas al regresar de sus faenas de pesca, y con seguridad, sus hijos surcaban olas con sus tups para divertirse en sus momentos libres. Por esto, se dice que los primeros surfees, surfeadores, tablistas o surcadores de olas del mundo, son los pescadores de Huanchaco y del norte del Perú. Incluso en la actualidad es posible ver en este exquisito balneario el excelente espectáculo que crean los pescadores y los surfees locales al surcar olas en milenarios tups o caballitos de totora y en modernas tablas de fibra de vidrio. Una aproximación antropológica y etnográfica de este tema se puede encontrar en el libro Tup el Pescador del antropólogo peruano Richard Sabogal.
Dominar estas embarcaciones no es tarea fácil. Se necesita mucha pericia, equilibrio y al mismo tiempo fuerza en los brazos para dirigir el remo: una caña conocida como “Guayaquil” cortada a lo largo.
Pero, sin duda, lo más sorprendente es que este instrumento de pesca artesanal, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, se mantenga como una importante actividad económica y la expresión de la cultura viva del litoral norte del Perú.
ÍNDICE
I. HISTORIA DEL CABALLO DE TOTORA
II. CABALLOS DE TOTORA PARA PESCAR Y SURCAR EL MAR
III. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN DEL CABALLO DE TOTORA
IV. MODO DE CONSTRUCCIÓN DEL CABALLO DE TOTORA
V. MODOS DE EMPLEO DEL CABALLO DE TOTORA
VI. IMPORTANCIA DEL CABALLO DE TOTORA
VII. PROMOVIENDO EL USO DE LOS CABALLOS DE TOTORA
VIII. CONCLUSIONES
IX. BIBLIOGRAFIA
I. HISTORIA DEL CABALLO DE TOTORA
Cuenta la leyenda que el gran Tacaynamo llegó del mar al frente de una inmensa flota de embarcaciones de todo tipo.3 Él mismo venía conduciendo su propio tup para fundar una cultura milenaria: la de los mochicas. Además de numerosos centros piramidales y urbanos construidos con ladrillos de barro, la cultura mochica dejó una formidable cantidad de vasijas de cerámica, pequeñas estatuas y numerosos dibujos donde registraron sus actividades cotidianas. La pesca no fue la excepción y he ahí los más antiguos registros gráficos de estos caballitos de totora. Lo sorprendente es que gracias a ellos podemos saber que el diseño de estas embarcaciones se ha mantenido prácticamente inalterado hasta el día de hoy.
Con una antigüedad que se remonta a 5 mil años, los caballitos de totora son el último vestigio de una cultura que vivió vinculada al mar. Historiadores como José Antonio del Busto 4 y María Rotsworowsky están de acuerdo en que es muy probable que en el Perú antiguo existió una larga tradición de grandes navegantes. 5 Se basan en el relato del cronista Sarmiento de Gamboa, donde se menciona un curioso viaje en el cual el inca Tupac Yupanqui habría encabezado una flota marina que se internó durante varios meses en el Oceano Pacífico. 6
Estos mismos historiadores recuerdan que al aproximarse a este litoral, lo primero que vieron los españoles, comandados por Francisco Pizarro, fue una balsa con varias personas tripulándola. Eran comerciantes.
Lamentablemente, la tecnología tradicional fue perdiendo terreno frente a la europea, y ahora sólo se pueden observar embarcaciones nativas en la costa norte peruana y en el lago Titicaca.
Lamentablemente, la tecnología tradicional fue perdiendo terreno frente a la europea, y ahora sólo se pueden observar embarcaciones nativas en la costa norte peruana y en el lago Titicaca.
Huanchaco se asienta a 14 kilómetros de la ciudad de Trujillo, en el norte del Perú. Este antiguo pueblo de pescadores a conservado el uso ancestral de los llamados “Caballitos de totora", que fueron usados en la época pre Inca por los Moche y los Chimú. Fue tanta su importancia que aparece representado en la cerámica y las paredes de las ruinas arqueológicas Chan Chan.
Huanchaco fue un pueblo de pescadores desde antes de la llegada de los españoles. En tiempos del virrey Toledo (1560 - 1570) la población de Mansiche fue trasladada en gran número a esta caleta.
El nombre de Huanchaco se utiliza desde el siglo XVIII. Existen varias versiones sobre el origen del nombre. Es posible que derive de Huaycocha o Waucocha, cuyo significado habría sido “laguna de peces", posiblemente por la forma de semicírculo que tiene la playa.
Otra versión indica que los antiguos pescadores, antes de ingresar a pescar, se pintaban el pecho de rojo, imitando el color de una ave llamada huanchaco, por lo cual fueron conocidos como “huanchaqueros” y el lugar donde vivían como Huaycocha.
Por último, para el cultivo de la totora existen desde la época Moche los Huachaques, que en el idioma Muchik significa “chacra o terreno hundido”, son pozos donde se aprovechan las filtraciones del subsuelo. Es posible entonces por la semejanza fonética que Huanchaco derive su nombre de dicho vocablo.
II. CABALLITOS DE TOTORA: PARA PESCAR Y PARA SURCAR EL MAR
... diez mil pescadores en Chincha. “Aviso” informa claramente que sólo se dedicaban a la pesca y que “no entrando a la mar, todo su cuidado era beber y bailar y lo demás”. [65]
Los conquistadores llegaron al MA en un momento en que la navegación estaba contenida en su desarrollo por lógica del poder (o sea, por Política de Estado de los Incas). Nada grafica mejor esa situación que aquella dónde Atahuallpa, hombre de las alturas andinas, se encontraba junto al Señor de Los Chinchas, hombre de mar, los dos llevados en andas, casi como iguales. Eso con meridiana claridad refleja la situación siguiente: Atahuallpa (y probablemente cada uno de los Reyes Incas desde Túpac Yupanqui [66]) quería tener muy cerca de sí al Señor de Chincha no solo para aprender de él, sino también para poder controlarlo.
... diez mil pescadores en Chincha. “Aviso” informa claramente que sólo se dedicaban a la pesca y que “no entrando a la mar, todo su cuidado era beber y bailar y lo demás”. [65]
Los conquistadores llegaron al MA en un momento en que la navegación estaba contenida en su desarrollo por lógica del poder (o sea, por Política de Estado de los Incas). Nada grafica mejor esa situación que aquella dónde Atahuallpa, hombre de las alturas andinas, se encontraba junto al Señor de Los Chinchas, hombre de mar, los dos llevados en andas, casi como iguales. Eso con meridiana claridad refleja la situación siguiente: Atahuallpa (y probablemente cada uno de los Reyes Incas desde Túpac Yupanqui [66]) quería tener muy cerca de sí al Señor de Chincha no solo para aprender de él, sino también para poder controlarlo.
Para los Incas, hombres de la Sierra, el mar era un desconocido.[67] Para conocerlo y aprovecharlo tenían que depender de otros, de los de civilizaciones marítimas, y eso era un problema para los Incas. Problema porque no tenían confianza en esos hombres de mar y aprender sus secretos para navegarlo llevaría tiempo, tal vez generaciones.[68]
En el caso de los Incas, experiencias desagradables los hacían desconfiar aún más de los hombres de mar. El libro de Rostoworoski Historia del Tahuantinsuyu, muestra que los Incas, para su expansión, usaban los ejércitos (y por tanto la fuerza) solo en última instancia. Preferían negociar o lograr acuerdos de anexión voluntaria. Para eso, a los que querían anexar, ofrecían regalos, matrimonios, respeto a sus religiones y creencias –siempre y cuando aceptaran también el Culto al Sol de los Incas – mantenimiento de sus idiomas –siempre y cuando aceptaran también al Quechua – llevar al Cuzco sus aristocracias, darles obras hidráulicas, conocimientos, know how etc. Si todo eso fallaba, entonces se recurría a la guerra.[69] .
Con muchos se hizo la guerra; varios de la Costa dónde algunos constituyeron experiencias traumáticas para los Incas (lo que acentuó su desconfianza) como fue el caso de Puná. Esa es una isla que queda a la entrada del Golfo de Guayaquil. Aparentemente los Jefes de esa isla aceptaron la anexión y así Túpac Yupanqui terminó enviando una guarnición comandada por un grupo de Orejones. La ida hasta Puná fue hecha en balsas capitaneadas y maniobradas por los nativos de la Isla (lo que mostraba, por parte de los Incas, la tácita aceptación de su desventaja marítima). En la isla la guarnición fue recibida con fiestas y después de un tiempo ésta tuvo que regresar. Ya en medio del mar los nativos isleños, grandes nadadores, saltaron de las balsas y con cuchillos cortaron las amarras de todas ellas y así, en el agua, esperaron a que saltaran los Incas quienes, nadadores no muy buenos, no pudieron defenderse muriendo acuchillados o ahogados.[70] Después que Túpac Yupanqui se enteró, aguardó algún tiempo; después, mandó un ejército en una flota que casi exterminó la población de esa isla (iniciándose así resentimientos y desconfianzas que los herederos de esos pueblos en el período contemporáneo, peruanos y ecuatorianos, no han superado totalmente a pesar de los siglos transcurridos).
De cualquier manera el mar, para los Incas, era esencial, entre otras cosas para obtener el bien mas preciado del MA (la concha Spondylus[71]) y entonces tenían que aprender los secretos para navegarlo de los hombres que lo conocían bien (o sea, de los hombres de la parte baja o Costa) al mismo tiempo que hacían de todo para controlarlos.[72] Ese control probablemente limitó avances aún más grandes que podría haber logrado la navegación del MA; es imposible saber si sería temporal - o sea, por un período limitado hasta el momento en que los Incas mismos consiguieran dominar el arte de la navegación al punto de directamente tomar el puesto reservado a los jefes de flota o Almirantes.[73] Nunca se sabrá ya que ese período, corto ya que duró mas o menos 50 años, fue interrumpido para siempre por la llegada de Pizarro.
Los conquistadores, como es sabido, impusieron una política destructiva no solo de la navegación sino del MA y de AI en general. No vamos aquí a repetir lo que la Escuela de Berkeley (de historia demográfica) ha demostrado bien o sea que el peor crimen que registra la historia humana fue el desastre demográfico ocasionado por la conquista y sus secuelas. Si para 1492 la población de AI era próxima a 100 (cien millones),[74] para 1580 llegaba próxima a 10 (diez) millones. Y la población del MA, que en 1492 era más o menos de 20 millones, para 1580 no llegaba a 02 (dos millones).
En el MA, la costa fue la más destruida. Y no solamente porque la llegada de los conquistadores fue a través de ella sino también porque sus grandes ciudades marítimas, que tenían contacto con el Mundo Mesoamericano - MSA desde tiempos pre-colombinos,[75] fueron las primeras en recibir los virus y microbios traídos por los europeos. Los navegantes andinos, infelizmente y sin saberlo, comenzaron a traer a sus ciudades esos microorganismos desde inmediatamente después que los españoles llegaron a Panamá (más o menos en 1500) y así, desde antes de Pizarro,[76] sufrieron ya el impacto devastador de las enfermedades traídas por los europeos (portadores ya inmunes a esos virus y microbios). Las grandes ciudades marítimas fueron totalmente devastadas al punto de su total extinción como lo demuestra trágicamente el caso de Túcume.
III. MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN DEL CABALLO DE TOTORA
Se trata de una balsas construidas de un junco conocido como totora. En tiempos remotos ésta era una planta que crecía abundantemente en los pequeños valles de la costa peruana y también en los alrededores del Lago Titicaca.
3.1 LA TOTORA:
La totora (del quechua t'utura, Schoenoplectus californicus ssp. tatora, sin. Scirpus californicus ssp. tatora) es una planta herbácea perenne acuática, de la familia de las ciperáceas, común en esteros y pantanos de América del Sur. También se llama "totoras" a las plantas herbáceas del género Typha. Los mapuche le llamaban Vathu , lo que se españolizó a Batro en Chile.
Su tallo mide entre uno y tres metros, según las especies, y tiene usos en la construcción de techos y paredes para cobertizos y ranchos, y mobiliario. Es tradicional su empleo en la construcción de embarcaciones para navegar en el Lago Titicaca y en algunas playas del Perú.
3.2 CARACTERÍSTICAS:
La totora es una hierba perenne, de escaso porte, fasciculada, con raíces fibrosas. El tallo es cespitoso, erecto, liso, trígono, terete (circular en la sección transversal) o acostillado, sin presentar tuberosidades en la base. Las hojas de la sección inferior presentan vainas foliares carentes de láminas; las superiores las desarrollan ocasionalmente. La inflorescencia es un agregado simple y seudolateral de espiguillas; tiene una bráctea erecta, que semeja una continuación del tallo. Las espigüelas son hermafroditas, abundantes, sésiles, ovoides u oblongas. Presenta glumas espiraladas, deciduas, ovadas, redondas en la parte posterior, con una nervadura media fuerte y una lateral inconspicua u obsoleta; la raquilla es persistente. Las flores son hermafroditas; el perianto tiene entre 2 7 6 escamas. Los estambres son tres, y los estilos dos. Los frutos son aquenios lenticulares, biconvexos o aplanadoconvexo, lisos o transversalmente rugosos.
3.3 USO:
La Totora fue usada por todas las civilizaciones del MA, tanto del Pacifico como del Lago Titicaca, ya que ella es nativa de ambos territorios y por tanto fue utilizada en esos dos territorios históricos desde tiempos remotos. Ya fue mencionada la totora utilizada en la Costa Pacifica. En el Lago Titicaca (compartido actualmente por Bolivia y el Perú) fue de especial importancia la Civilización Tiahuanaco (400 d.c.- 1000 d.c.) [24]ya que ella, que aprendió a navegar en ese maravilloso pequeño Mediterráneo Andino que es ese lago, posteriormente se expandió hasta la Costa donde, encontrando el mismo material, la Totora, terminó construyendo balsas cada vez más grandes hasta lograr hacer aquellas con capacidad para realizar la navegación oceánica y así terminó navegando el Pacifico. Esa civilización en el Pacifico ocupaba parte del Sur del MA (o sea mas o menos entre los actuales Arica y Arequipa). Podría decirse que los más importantes constructores de balsas oceánicas de Totora fueron los Tiahuanaco.
En el Lago Titicaca se acostumbraba construir las casas sobre balsas de totora y se tejían esteras para el servicio de gobernadores y caciques. Según la leyenda de Manco Cápac también se confeccionaba orejeras de totora como adorno personal. También es sorprendente la construcción de un puente de totora sobre el río Desaguadero, cerca del Lago Titicaca, que fue ordenado por Cápac Yupanqui para poder cruzar con su ejército; dicho puente debía repararse cada seis meses. Además de su utilidad práctica, en las provincias del Tahuantinsuyo, la totora se empleaba para confeccionar la insignia o bastón de mando denominado "tiana", que empleaba el jefe que tenía a su cargo diez tributarios. Esta planta de forraje es el principal insumo utilizado por los pescadores de la caleta de Huanchaco para construir sus balsas, llamadas caballitos de totora.
En la provincia de Corrientes, en la Mesopotamia argentina, en la región de los Esteros del Iberá, los pobladores de la zona utilizan la totora para confeccionar artesanías y particularmente el sombrero de ala ancha denominado "correntino" -muy similar al típico sombrero de felpa andaluz.
IV. MODO DE CONSTRUCCIÓN DEL CABALLO DE TOTORA
La técnica de construcción de los caballitos de totora se ha transmitido de generación en generación hasta nuestros días y “consiste en cortar los tallos de totora y remojarlos en agua para evitar que se quiebren, luego se dejan secar al sol para proceder a juntarlos en dos cuerpos curvados que se atan con sogas del mismo. La zona más ancha es la popa que presenta una cavidad destinada a depositar la pesca o los alimentos y los aparejos del pescador, mientras que la proa es estrecha y curva.
El caballito mide entre tres a cuatro metros y pesa estando seca aproximadamente cuarenta kilos. El nombre es debido a la peculiar manera con la que los tripulantes se montan sobre estas pequeñas naves, que los españoles los denominaron caballitos.
Arriba de estas históricas balsas de junco los habitantes de la costa norte peruana se lanzan al mar durante largas jornadas que pueden durar todo un día y regresan cargados de pescados. Fuera de las horas de trabajo las utilizan para deslizarse sobre las olas.
Un caballito de totora tiene una vida útil de aproximadamente un mes, y en cada uno de los poblados de este litoral aún existen expertos encargados de mantener intacta una flota que, sin embargo, ha ido menguando con el paso del tiempo.
Dominar estas embarcaciones no es tarea fácil. Se necesita mucha pericia, equilibrio y al mismo tiempo fuerza en los brazos para dirigir el remo: una caña conocida como “Guayaquil” cortada a lo largo.
Pero, sin duda, lo más sorprendente es que este instrumento de pesca artesanal, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, se mantenga como una importante actividad económica y la expresión de la cultura viva del litoral norte del Perú.
Pero, sin duda, lo más sorprendente es que este instrumento de pesca artesanal, declarado Patrimonio Cultural de la Nación, se mantenga como una importante actividad económica y la expresión de la cultura viva del litoral norte del Perú.
V. MODO DE EMPLEO DEL CABALLO DE TOTORA
En lengua muchic se les llamó "tup", pero los españoles los bautizaron como "caballitos" porque los nativos montaban en ellos cual si se tratara de corceles, y así lo continúan haciendo hasta hoy muchos de sus actuales descendientes; los curtidos pescadores del legendario Muelle de Huanchaco. Una vez en tierra, las embarcaciones son depositadas sobre la arena cual vigías en perfecta formación a la espera de una nueva faena.
Un sacerdote español observa en sus apuntes que,"eran muchos y cada uno en su balsilla caballero o sentado a porfía cortando las olas del mar, que es bravo allí donde pescan, parecían tritones o neptunos que pintan sobre el agua..." Cada hombre llevaba consigo una bolsa de red llamada "calcal", con anzuelos de varios tamaños, que todavía hoy en día se emplean para la pesca artesanal en varias caletas de la costa.
En sus investigaciones sobre el tema, la historiadora María Rostworowski ha encontrado que el empleo de esta balsa, durante el siglo XVI, abarcaba un amplia franja costera, que iba desde el norte de Lambayeque hasta la zona de Pisco, en el departamento de Ica.
Con el paso del tiempo su uso se redujo debido principalmente a la desaparición progresiva de los totorales, quedando Huanchaco, en la Libertad, y Pimentel y Santa Rosa, en Lambayeque, como solitarios reductos donde aún se conserva la costumbre ancestral de utilizar la caña de Guayaquil cortada en dos, a lo largo, como remo, y el ancla, que no es otra cosa que una piedra atada con cuerdas.
El antiguo peruano podía saber si la pesca iba a ser buena con sólo observar las tonalidades del mar, el cardumen, o el comportamiento de la luna en relación con la marea, de acuerdo a ello se decidía si las condiciones eran propicias para hacerse a la mar.
VI. IMPORTANCIA DEL CABALLO DE TOTORA
Actualmente, organizaciones de la sociedad civil (como la Federación Peruana de Tabla), gobiernos locales y empresas de algunos de los territorios Mochica - Chimús (especialmente Huanchaco) están recuperando algunas de las actividades de las poblaciones aborígenes a través de los llamados Festivales del Mar. Allí compiten y se mezclan “surfistas” de tabla con “surfistas” de caballito (fotos 10 y 11). Pero los Caballitos de Totoa (CT) usados no tienen el aerodinamismo del CES siendo también muy pesados.
VII. PROMOVIENDO EL USO DE LOS CABALLOS DE TOTORA
Pero esta sabiduría empírica, asociada a la cultura marina que, como en Huanchaco, se desarrolló en gran parte del litoral, corre el peligro de extinguirse a causa del cada vez más escaso interés que existe hacia esta actividad. Sólo uno de los seis hijos de Mercedes Ucañan apoya a su padre en las faenas de pesca, "los otros han emigrado a Lima, porque acá la vida cada vez es más dificil", afirma el pescador en tono resignado.
El desaliento tiene que ver con la escasez de los recursos marinos. Una escasez originada por la presencia de barcos arrastreros, a los que los pescadores culpan de depredar el mar.
Pero otra de las causas de esta crisis es la dificultad para obtener la totora, la modernización y acelerada urbanización de Huanchaco ha producido el desecamiento de sus lagunas, debido al excesivo bombeo de las aguas del subsuelo.
El antropólogo Bernardo Alva sostiene que se repite el mismo fenómeno que aconteció en los años 40 en ChanChan, cuando los pescadores nativos se vieron obligados a transplantar las raíces y tallos de sus estanques, porque la presencia de la agricultura migratoria en sus inmediaciones terminó por secar por completo los suelos.
En el terreno árido de la ciudadela, el único vestigio que actualmente observa el visitante son unas pequeñas matas desperdigadas, pálida sombra de los que antes fueron extensos y florecientes totorales.
En Huanchaco los pescadores se han visto obligados a organizarse comunalmente para aprovechar las 40 pozas o balsares, de donde se proveen de la materia prima para elaborar sus caballitos de totora. Los totorales constituyen un microsistema ecológico en el que habitan diversas especies de peces de agua dulce, insectos y una curiosa avecilla que se alimenta exclusivamente de el gusano que parasita la totora,favoreciendo su crecimiento.
Pero, durante los últimos tres años, por lo menos una docena de totorales han sido quemados y sepultadas sus pozas con desmonte en un fallido intento de urbanizar toda el área.
Si este incontenible avance del concreto continúa, en pocos años, lo único que quedará de los herederos de la cultura Chimú será el mudo recuerdo plasmado en los frisos de aves y peces en bajo relieve de la ciudadela de Chan Chan.
Los Ucañan, Huamanchumo, Chinchihuaman, Chumbe, y otros, que conforman las 160 familias nativas que viven en Huanchaco habrán perdido la batalla, y con ellos el Perú un trozo vivo de su historia.
"Será porque no enos tenido la justicia de a quien de derecho le pertenece", sentencia con remota amargura, Mercedes Ucañan, en la milenaria lengua de sus ancestros.
El 23 de enero de 1992 la asamblea regional de la Región La Libertad dictó una resolución Legislativa que declara Reserva Protegida, a las 46.72 hectáreas de totorales ubicados en la caleta de Huanchaco. Se dispone su uso exclusivo para el cultivo, crecimiento y secado, y aprovechamiento racional de la totora, asi como para las investigaciones científicas.
Pero la ley no ha sido suficiente para detener el avance del cemento y las autoridades encargadas de su cumplimiento no parecen preocuparse por tan indignante depredación. La destrucción de los totorales de Huanchaco no solamente constituiría un auténtico crimen ecológico sino que significaría aniquilar la esencia de una de las más hermosas tradiciones de nuestros pueblos.
VIII. CONCLUSIONES
Los resultados de este trabajo llevan a proponer que el novísimo Ministerio del Ambiente del Perú escuche a las organizaciones de la Sociedad Civil, y especialmente a las poblaciones de pescadores de CT, para que transforme en territorios protegidos las áreas que aún existen productoras de Totora (en las costas del Pacífico y del Lago Titicaca) y de Palo de Balsa. Los encargados para protegerlas y usarlas racionalmente (lo que significa desarrollo) deberían ser las poblaciones de pescadores que viven en o cerca de esos territorios pues ellos conocen su gran valor desde siempre; eso podría ayudar a que desarrollen, por ejemplo, proyectos de turismo ecológico. Lo anterior constituiría incentivos para mejorar las condiciones de pesca de los pescadores de CT;[101] y serían también incentivos para la recuperación de sus bienes culturales como la corrida del hombre – pájaro.
En ese sentido, ojalá se haga realidad el proyecto de la Municipalidad de Huanchaco que planea construir el Museo del Caballito de Totora. Pero ese proyecto podría ser algo más grande o sea, para un Museo de la Navegación del Mundo Andino de Huanchaco donde lo relacionado al CT y al CES constituiría solo una parte. Ese museo podría ser el dínamo de investigaciones para ampliar el conocimiento tanto de las Civilizaciones de Navegantes del MA como de las comunidades indígenas que descienden de ellas.
Finalmente, todo eso permitiría no solo que las poblaciones de pescadores de CT recuperen su historia y tengan así un arma poderosa para transitar el camino al desarrollo auto – sostenido sino también que se recobre algo sustancial de la historia del MA como parte de la recuperación de su riqueza que debe cada día potenciarse más.
X. BIBLIOGRAFÍA
http://es.wikipedia.org/wiki/Caballito_de_totora
http://es.wikipedia.org/wiki/Huanchaco
http://www.recorriendoamericanews.com/index.php?option=com_content&view=article&id=752:huanchaco-pueblo-ancestral-de-los-qcaballitos-de-totoraq&catid=38:turismo&Itemid=71
http://www.turismoenfotos.com/items/peru/otros/3412_caballitos-de-totora-en-huanchaco/
http://www.rumbosonline.com/articles/2-56-tradiciohuanchacoes.htm
http://www.pacarinadelsur.com/home/7/83
http://www.monografias.com/
http://www.rincondelvago.com/
IX.
Pero esta sabiduría empírica, asociada a la cultura marina que, como en Huanchaco, se desarrolló en gran parte del litoral, corre el peligro de extinguirse a causa del cada vez más escaso interés que existe hacia esta actividad. Sólo uno de los seis hijos de Mercedes Ucañan apoya a su padre en las faenas de pesca, "los otros han emigrado a Lima, porque acá la vida cada vez es más dificil", afirma el pescador en tono resignado.
El desaliento tiene que ver con la escasez de los recursos marinos. Una escasez originada por la presencia de barcos arrastreros, a los que los pescadores culpan de depredar el mar.
Pero otra de las causas de esta crisis es la dificultad para obtener la totora, la modernización y acelerada urbanización de Huanchaco ha producido el desecamiento de sus lagunas, debido al excesivo bombeo de las aguas del subsuelo.
El antropólogo Bernardo Alva sostiene que se repite el mismo fenómeno que aconteció en los años 40 en ChanChan, cuando los pescadores nativos se vieron obligados a transplantar las raíces y tallos de sus estanques, porque la presencia de la agricultura migratoria en sus inmediaciones terminó por secar por completo los suelos.
En el terreno árido de la ciudadela, el único vestigio que actualmente observa el visitante son unas pequeñas matas desperdigadas, pálida sombra de los que antes fueron extensos y florecientes totorales.
En Huanchaco los pescadores se han visto obligados a organizarse comunalmente para aprovechar las 40 pozas o balsares, de donde se proveen de la materia prima para elaborar sus caballitos de totora. Los totorales constituyen un microsistema ecológico en el que habitan diversas especies de peces de agua dulce, insectos y una curiosa avecilla que se alimenta exclusivamente de el gusano que parasita la totora,favoreciendo su crecimiento.
Pero, durante los últimos tres años, por lo menos una docena de totorales han sido quemados y sepultadas sus pozas con desmonte en un fallido intento de urbanizar toda el área.
Si este incontenible avance del concreto continúa, en pocos años, lo único que quedará de los herederos de la cultura Chimú será el mudo recuerdo plasmado en los frisos de aves y peces en bajo relieve de la ciudadela de Chan Chan.
Los Ucañan, Huamanchumo, Chinchihuaman, Chumbe, y otros, que conforman las 160 familias nativas que viven en Huanchaco habrán perdido la batalla, y con ellos el Perú un trozo vivo de su historia.
"Será porque no enos tenido la justicia de a quien de derecho le pertenece", sentencia con remota amargura, Mercedes Ucañan, en la milenaria lengua de sus ancestros.
El 23 de enero de 1992 la asamblea regional de la Región La Libertad dictó una resolución Legislativa que declara Reserva Protegida, a las 46.72 hectáreas de totorales ubicados en la caleta de Huanchaco. Se dispone su uso exclusivo para el cultivo, crecimiento y secado, y aprovechamiento racional de la totora, asi como para las investigaciones científicas.
Pero la ley no ha sido suficiente para detener el avance del cemento y las autoridades encargadas de su cumplimiento no parecen preocuparse por tan indignante depredación. La destrucción de los totorales de Huanchaco no solamente constituiría un auténtico crimen ecológico sino que significaría aniquilar la esencia de una de las más hermosas tradiciones de nuestros pueblos.?
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